Ésta es una crónica de lo que me pasó el mayo pasado, en zona norte, dentro del casco urbano de La Plata:
El mal uso de los dos puntos.
“Que linda parejita hacen putitos” nos dijo un chico que pasó a mi lado y al lado del chico del que estoy enamorado (estábamos cerquita de mi casa, en una esquina, abrazados). Yo lo miré a la cara y a pesar del comentario homófobo le respondí “gracias”.
Los ojos del halagador se llenaron de ira “¿Qué me decís puto de mierda?”.
Ojalá el jueguito se hubiese terminado ahí.
“¡Corré! ¡Corré!” le grité al chico que hacía segundos me estaba abrazando.
La calle en un instante se convirtió en un campo de batalla.
“Flaco pará” “Flaco ya pasó” “Flaco andate” no paraba de gritar la cuadra y media que corrimos hasta la puerta de mi casa.
Las construcciones que son mis nuevas vecinas proporcionaron el material ideal para que el flaco nos vaya tirando unas piedras que, mientras corríamos, no nos alcanzaron.
Llegué, toqué timbre, puse la llave en la cerradura y recibí un piedrazo arriba de la nuca. Cuando corrí los sesenta metros de pasillo ya tenía sangre por todos lados.
“Por puto papá, por puto” gritaba lleno de bronca con la cabeza torcida para que no me quedara toda la ropa manchada.
Me sentí también un monstruo gritando “negro de mierda” mientras miraba las gotitas rojas manchaban el piso.
Gritos. Furia. Odio.
Atentado contra el amor.
A las seis de la mañana el doctor con dos puntos, agua oxigenada y dos vendas le puso fin a la hemorragia. Mi papá y el chico que abrazaba en la esquina me esperaban afuera.
Las imágenes se repetían. Volvían. Otra vez corría. Otra vez gracias. Otra vez puto de mierda. Otra vez el hospital.
No fue nada grave, por suerte.
A quién amo no le pasó nada, por suerte.
¿Por qué ésto es tener suerte? ¿No nos caían tan bien los gays? ¿No estábamos a favor del amor y no de la discriminación? ¿No teníamos derecho de estar parados abrazándonos?
¿Ésto es homofobia? ¿Ésto es inseguridad? ¿Éstas son las preguntas que nos tenemos que hacer?
¿Por qué?
Los ojos del halagador se llenaron de ira “¿Qué me decís puto de mierda?”.
Ojalá el jueguito se hubiese terminado ahí.
“¡Corré! ¡Corré!” le grité al chico que hacía segundos me estaba abrazando.
La calle en un instante se convirtió en un campo de batalla.
“Flaco pará” “Flaco ya pasó” “Flaco andate” no paraba de gritar la cuadra y media que corrimos hasta la puerta de mi casa.
Las construcciones que son mis nuevas vecinas proporcionaron el material ideal para que el flaco nos vaya tirando unas piedras que, mientras corríamos, no nos alcanzaron.
Llegué, toqué timbre, puse la llave en la cerradura y recibí un piedrazo arriba de la nuca. Cuando corrí los sesenta metros de pasillo ya tenía sangre por todos lados.
“Por puto papá, por puto” gritaba lleno de bronca con la cabeza torcida para que no me quedara toda la ropa manchada.
Me sentí también un monstruo gritando “negro de mierda” mientras miraba las gotitas rojas manchaban el piso.
Gritos. Furia. Odio.
Atentado contra el amor.
A las seis de la mañana el doctor con dos puntos, agua oxigenada y dos vendas le puso fin a la hemorragia. Mi papá y el chico que abrazaba en la esquina me esperaban afuera.
Las imágenes se repetían. Volvían. Otra vez corría. Otra vez gracias. Otra vez puto de mierda. Otra vez el hospital.
No fue nada grave, por suerte.
A quién amo no le pasó nada, por suerte.
¿Por qué ésto es tener suerte? ¿No nos caían tan bien los gays? ¿No estábamos a favor del amor y no de la discriminación? ¿No teníamos derecho de estar parados abrazándonos?
¿Ésto es homofobia? ¿Ésto es inseguridad? ¿Éstas son las preguntas que nos tenemos que hacer?
¿Por qué?
Santiago Abel
1 comentario:
Compro compro compro el nuevo header!!!
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